Nuestro señor Jesucristo dejo claro que la hermosura en las palabras no sustituye la sinceridad; pero que también la sinceridad no debe hacer que se nos olvide la prudencia con la que nos debemos conducir. En un sermón uso reiteradas veces el termino “vosotros los fariseos”, para hacerles saber que eran hipócritas, ciegos, insensatos, etc. (mateo 23). Pero este no era un comentario de el con sus discípulos, si no que estaba frente a aquellos a quienes iba dirigido. Claro, Jesús no era un acusador extremista, los extremistas no sanan a nadie, mientras que Jesús: multiplico el pan, sano a todos los enfermos que le creyeron, y las innumerables señales y milagros que llevo a cabo. La idea era darle a los fariseos el diagnostico de su mal corazón, que era una enfermedad de las tantas que Jesús podía y quería sanar. El medico examina y da el diagnostico al paciente, así el paciente llega a tener conciencia del proceso al cual es necesario someterlo. Así el señor exponía las verdades a los escribas y fariseos frente a frente, no a sus espaldas. La sinceridad restaura todo un mundo, trae sanidad, fortalece la comunión, trae confianza. Al hablar debemos despejar toda sombra de hipocresía de nuestras palabras. A cada cuestión tenemos la necesidad de ser valientes y reflejar sinceridad en la respuesta. También tenemos que estar de acuerdo en que ser sinceros no es decir cualquier cosa, en cualquier momento ni a quien sea. Necesitamos la prudencia suficiente para saber cuando nuestros consejos, palabras y reprensiones tienen la posibilidad de actuar como la medicina, pues así ganamos las almas de las personas a las cuales nos dirigimos. De lo contrario nos anotamos enemistades. Tenemos también que aceptar cuando la verdad bien aplicada aleja a alguien. Tenemos un pasaje bíblico que encierra un un principio que a veces ignoramos, es en el famoso dialogo del Señor Jesucristo con la mujer samaritana. Y es que el señor conversa con ella en torno a la escena en la que se encuentran, para llegar al punto de abordar el delicado tema de su forma de vida: "cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido" (Juan 4.18). Aquella conversación pudo haber desencadenado en agravio, pero el señor gano el alma de aquella mujer. Pero es necesario poner atención al hecho de que antes del señor llevar a cabo tan delicada declaración, sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos, porque era un asunto personal. Y aunque aquella mujer era de las que la gente comúnmente piensa que no es nada afectarle su dignidad, por su forma de vida, El Maestro nos dejo el ejemplo de que todos los seres humanos tienen unos sentimientos que hay que tenerlos en cuenta a la hora de abordarlos, aun sea para ofrecerles lo mejor. Ese puede ser el punto para que una persona sea trasformada. El Señor nos indica con esta acción, que el hecho de que tengamos algo cierto sobre una persona no nos da licencia para avergonzarlo frente a los demás.
En nuestro país existen plantas que suelen sernos de mucho beneficio tanto por poseer propiedades terapéuticas como por su utilidad en la gastronomía y en la estética. Una de estas es la bija, también conocida como achiote, urucú u onoto. Según explica la nutrióloga clínica Wendy Santos, la bija proviene de las regiones intertropicales de América. “A la bija se le otorgan excelentes propiedades, ya que es una fuente rica de provitaminas A y D”, indica la nutrióloga. Expresa que entre los múltiples beneficios que se le atribuyen a las hojas del árbol de bija, se pueden enumerar sus propiedades curativas como: antiinflamatorio, antiséptico vaginal, cicatrizante, purgante, antidiarreico, protector solar y de las picaduras de insectos. “Estas hojas también son útiles para reducir los síntomas de: conjuntivitis, hinchazón de ojos, patologías de la piel, inflamación de la boca y garganta, hemorroides, reumatismo, vómito, episodios de gonorrea, fiebre, hipertensión, quemaduras
Comentarios
Publicar un comentario